Los protozoos son organismos unicelulares, como las bacterias, pero de mayor tamaño. Estos proliferan en ambientes húmedos y suelen transmitirse a través del agua contaminada, como la malaria. Algunos precisan de un huésped para sobrevivir, pero otros no y pueden vivir fuera de un organismo vivo durante largos periodos de tiempo.
La reproducción de un protozoo puede ser asexual por bipartición y también sexual por isogametos o por conjugación intercambiando su material genético. Estos suelen tener un tamaño inapreciable, de 10-50 μm, pero pueden crecer hasta algunos milímetros, por lo que se pueden observar a través microscopio y así se han podido estudiar a lo largo de los años. Se mueven con unas colas en forma de látigo que reciben el nombre de flagelos.
De estos minúsculos seres se han encontrado cerca de 30 000 especies. Los protozoos existen especialmente en los ambientes acuosos y en el suelo, ocupando una gama de niveles tróficos. Para alimentarse, los protozoos cazan algas, bacterias y microhongos unicelulares o filamentosos. Tienen el rol de los herbívoros y de consumidores en el acoplamiento del proceso de descomposición de la cadena alimentaria. Representan un papel crucial en el control de la biomasa y de la población bacteriana.
Como dato curioso, el nombre Protozoo (protozoos) fue determinado por Georg Goldfuss en el año 1818 para agrupar a los que consideraba animales primigenios. En el año 1820 propuso la clase Protozoa dentro del reino Animal, en la cual englobaba a los infusorios (Ciliophora), a los Lithozoa corales, Phytozoa (algas unicelulares pigmentadas y fotosintetizadoras) y Medusinae (medusas y otros relacionados).